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3 de diciembre de 2007

Ningún final es bueno

Hace tiempo que esta idea me da vueltas en la cabeza. Pero nunca terminé de masticar el tema lo suficiente como para hacer alguna entrada sobre él. Debo decirles que la semana pasada tuve escrita la entrada, pero un error humano ( más que humano, error pavote) hizo que pierda todo lo que había escrito, lo que causó en mi un estado de nerviosismo tal que tuve que recurrir a los ansiolíticos de mi tía, la soltera, que no hace más que tomar de esas pastillas sin receta, con wisky. No, mentira, no se vayan a creer eso, de que tomé esas cosas de mi tía.
Este debe ser el único blogbasura de todos los que andan dando vueltas que anticipa en el título de la entrada, el final. Es como si te dicen como termina el cuento antes de empezar a contártelo. Bueno, uno más de tantos males en este blog.
No se si es producto de mi personalidad, que se aferra en demasía al status quo, o algún trastorno de tipo psicológico, que me hace pensar que "los finales" son malos. De más está decir que hablamos de "los finales" como culminación de un proceso, no como esa práctica espantosa, tortuosa y desgastante, que se lleva adelante en las universidades.
Uno de mis contactos de messenger tiene como nick una frase que me hizo reflexionar: "todo final es un comienzo". Yo le contesto que todo final es el comienzo de algo distinto, porque lo que terminó, terminó. Fué, feneció, no existe más. Ya nada será distinto.
El disparador para que yo esté escribiendo sobre este tema, fue la angustia que sentí cuando algo se me terminaba: el helado que estaba tomando. Yo exterioricé ese sentimiento de de irritación, erizamiento, a los que me acompañaban en ese momento. Ellos asintieron la idea y me brindaron una solución: "comprate otro" me dijeron. Pero ese es el nudo del asunto, el quid de la cuestión. El helado que me compre, no va a ser el mismo que el que tanto estaba disfrutando. Va a ser otro diferente. Definitivamente los finales me "hacen ruido".
Cuando termina una relación sentimental, por más traumática que haya sido, me siento mal. Lo lógico sería que me sienta bien que se haya terminado de una vez esa tortuosa situación pseudo-amorosa, pero lo cierto es que el final me incomoda.
(Pensamiento interno que no encaja en el texto: me parece que el inestable psicológicamente hablando soy yo. Los finales, no deberían hacer sufrir. O por lo menos no todos deberían hacernos sufrir. El final del partido que nos consagró campeones, no me hizo sufrir en lo más mínimo. Es decir que me equivoqué con lo que venía escribiendo, está todo mal? ).
Bueno, para ir concluyendo debo decirles que si siguieron leyendo el texto, amén de la aclaración de como iba a terminar hecha en el segundo párrafo, son dignos de ser felicitados. La cuestión es que tenía razón en la segunda oración de la entrada cuando dije que no tenía el tema suficientemente masticado. En el desarrollo de la exposición, me di cuenta que estaba equivocado y que no todos los finales son malos. Es decir, que el que contó el final de la película en la cola del cine, estaba equivocado. La película no terminaba así.
Sin ir más lejos, y para terminar de apuntalar la idea de que errar es humano, y yo un poquito de eso tengo, les digo que esta columna está llegando a su final y no me causa ningún malestar, solo ganas de terminarla de una vez.

1 comentario:

Sportivo Rosario dijo...

Quizá son tristes los finales de las cosas buenas.
Cuando algo bueno termina siempre queda esa sensación de melancolia.

Saludos

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